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¡No nos dejes caer en tentación!…

Lo que pedimos a Dios no es que no seamos tentados, sino que que no seamos tentados por encima de nuestras fuerzas..

2863 Al decir: “No nos dejes caer en la tentación”, pedimos a Dios que no nos permita tomar el camino que conduce al pecado. Esta petición implora el Espíritu de discernimiento y de fuerza; solicita la gracia de la vigilancia y la perseverancia final. (Catecismo de la Iglesia Católica).

Qué es la tentación (πειρασμός)

La tentación es la incitación, la invitación al pecado; esta puede provenir de nuestros tres enemigos espirituales: el mundo, el demonio y la carne. “Cada uno es tentado por sus propias concupiscencias, que le atraen y seducen” (Sant 1,14). Hay que aclarar que no es pecado sentir la tentación sino únicamente consentirla, o sea, aceptarla y complacerse voluntariamente en ella.

«Para muchas personas que han iniciado un proceso de conversión y de caminar espiritual, las continuas tentaciones se convierten en una fuente de tormentos y sufrimiento.  Para ellas fue escrito lo que anunció la Sagrada Escritura: “si te dedicas a la vida espiritual, prepárate para la tentación” (Eclo 2,1). Si Jesús, el santo de los santos, padeció las tres tentaciones en el desierto ¿cuánto más las tendremos que padecer nosotros que somos la debilidad misma? Además, al enemigo de la salvación le interesa atacar más a quienes van por un camino de conversión y santificación que a aquellos que yacen bajo la esclavitud del pecado.

«De San Antonio Abad se narra que en una visión contempló que para todo un barrio solamente había un demonio tratando de hacer pecar a la gente, mientras que para una persona espiritual estaban siete demonios atacándola. Y preguntado el por qué, le respondieron: “Es que entre mundanos se invitan a pecar los unos a los otros, en cambio para las personas espirituales sí se necesitan espíritus infernales para hacerlas pecar”.

«Un santo afirmaba que  el gran peligro para una persona sería el no tener tentaciones, pues le devoraría el orgullo y despreciaría a los débiles; y una santa añadía “a nadie temo tanto como a quien no siente tentaciones”, porque se puede enfriar mucho en su vida espiritual.»

La tentación es una prueba de la capacidad de las personas de escoger el bien en lugar del mal. Es una incitación para pecar y seguir a Satanás en lugar de a Dios.

La tentación es cuestión de vida o muerte

Las tendencias desordenadas que llevamos dentro son agresivas y «son muerte; mas las del espíritu, vida y paz» (Rom 8,6) Nos pasamos toda la vida en guerra, guerra entre las tendencias del espíritu y las de la carne. «La vida del hombre sobre la tierra es una milicia» (Job 7,1)

Nos sirve para la ocasión la historia del viejo Cherokee en diálogo con su nieto: Una mañana un viejo Cherokee le contó a su nieto acerca de una batalla que ocurre en el interior de las personas. Él dijo, «Hijo mío, la batalla es entre dos lobos dentro de todos nosotros. Uno es malvado: es ira, envidia, celos, tristeza, pesar, avaricia, arrogancia, autocompasión, culpa, resentimiento, inferioridad, mentiras, falso orgullo, superioridad y ego. El otro es bueno: es alegría, paz, amor, esperanza, serenidad, humildad, bondad, benevolencia, empatía, generosidad, verdad, compasión y fe.» El nieto lo meditó por un minuto y luego preguntó a su abuelo: «¿Qué lobo gana?» El viejo Cherokee respondió: «Aquél al que tú alimentas.»

El apóstol Pablo nos enseñó la forma de resistir la tentación. 13 No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podáis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.

¿Por qué permite Dios las tentaciones?

– La tentación nos ayuda a recordar que somos débiles y vulnerables, que tenemos una naturaleza caída que exige vigilancia, una flaqueza que necesita del auxilio de la fuerza de Dios. Nos recuerda que de todo ello hemos de ser salvados y nos llena de gratitud y amor hacia Jesús nuestro Redentor.
– El sufrimiento que trae la tentación es un modo de reparar por nuestros pecados.
– La circunstancia de la tentación nos da la oportunidad para confirmarle a Dios nuestra opción por Él.
– La situación de ser tentados nos ayuda a conocernos a nosotros mismos y a crecer en la virtud: «Quien no ha pasado pruebas poco sabe, quien ha corrido mundo posee gran destreza.» (Eclesiástico 34,10) «El horno prueba las vasijas de alfarero, la prueba del hombre está en su razonamiento.» (Eclesiástico, 27,5) Dios, por misericordia, quiere probarnos para instruirnos, dice San Agustín. Estos momentos son útiles como prueba de nuestras fuerzas espirituales. Abraham fue puesto a prueba, también Israel en el desierto. Cuando combatimos en la tentación y ponemos nuestra fuerza en Jesús y no en nuestras falsas seguridades, nos hacemos más fuertes y conquistamos la corona que Dios prometió a los que lo aman. El cristiano es un luchador, cuando deja de luchar se aleja de Dios. La militancia es indispensable para conquistar la cumbre del ideal cristiano.La tentación nos coloca en la verdad de nosotros mismos, y nos permite elevar los ojos a Dios misericordioso, poniendo toda nuestra confianza en Él, el Dios que no defrauda.

No debemos exponernos a la tentación, pero tampoco debemos huir de la batalla

En la batalla debemos resistir con toda firmeza. San Cirilo de Jerusalén compara la tentación a un torrente difícil de atravesar. Algunos no dejan que la tentación les trague y atraviesan el río; son nadadores valientes y fuertes que no se dejan arrastrar por la corriente. Otros entran al río y se ven arrastrados. Una cosa es quemarse, otra chamuscarse.

En el Camino de Perfección, Santa Teresa explica que cuando un alma llega a la perfección no pide más al Señor que le libre de las tentaciones, de las persecuciones y las batallas. Más aún, desea el sufrimiento y lo pide al Señor, como el soldado que busca las grandes batallas porque sabe que el botín será generoso. Estas personas no temen a los enemigos declarados, se enfrentarán a ellos y saldrán victoriosas con la fuerza de Dios. El enemigo al que temen y del que piden al Señor que les proteja es al que se camufla, el demonio que se presenta con cara de ángel luminoso y que no se declara sino hasta después de haber vencido. Estos enemigos te hacen caer en tentación sin que te des cuenta. Te seducen, te engañan, te atrapan y dañan gravemente tu alma.

Santa Teresa recomienda que en la tentación, dediquemos más tiempo a la oración y supliquemos la ayuda del Señor con humildad, pidiéndole que nos permita sacar bien del mal. Cuando el Señor ve nuestro deseo de servirlo y darle gusto, será fiel y vendrá en nuestro auxilio. El demonio, que es muy astuto, nos hace creer que tenemos la virtud necesaria para afrontar las tentaciones. Es necesaria la humildad para reconocer nuestras debilidades y pedir ayuda al Señor a base de oración y vigilancia.

La postura de fondo debe ser una voluntad firmemente determinada a no ofender a Dios y siempre buscar agradarlo. En la tentación, aceptar que somos pobres y vulnerables; nunca la presunción de sentirse fuerte y virtuoso, porque por allí se mete el demonio. «Velad y orad, para no caer en tentación: el espíritu está pronto, pero la carne es débil» (Mt 26,41)

Cómo vencer las tentaciones

Antes de la tentación el alma debe vigilar y orar para no dejarse sorprender por el enemigo. Debe huir de las ocasiones de pecado y evitar la ociosidad, que es la mdre de todos los vicios. Ante todo, debe depositar su confianza en Dios y en la Virgen María.

Durante la tentación ha de resistirla con energía apenas se produzca, o sea, cuando todavía es débil y fácil de vencer; esto lo puede hacer de dos maneras: directamente, haciendo lo contrario de lo que la tentación propone (alabar a una persona en vez de criticarla) e indirectamente, distrayéndose y pensando en otra cosa que absorba la mente. Este segundo procedimiento es el más eficaz tratándose de tentaciones contra la fe y la pureza.

Después de la tentación ha de dar humildemente las gracias a Dios si salió victoriosa; arrepentirse en el acto si  cayó en ella, y aprovechar la lección para otras ocasiones.

Con esta petición suplicamos a Dios que el enemigo no pueda nada contra nosotros si Él no lo permite. Como dijo Cristo a Pilato: «No tendrías ningún poder sobre mí si no se te hubiera dado de lo alto» (Jn 19,11)

¿Qué pedimos a Dios en el Padre Nuestro?

Lo que pedimos a Dios no es que no seamos tentados, sino que que no seamos tentados por encima de nuestras fuerzas. «Y fiel es Dios que no permitirá seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará modo de poderla resistir con éxito». (1 Cor 10,13)

Cuando se te presenta la tentación, depende de ti cómo la manejas en tu interior. No ves al demonio, pero sientes tus pasiones y tienes que combatir para salir victorioso. Necesitamos la gracia de Dios para salir triunfantes, por eso le decimos: no nos dejes caer en tentación. Es decirle: ayúdame, solo no puedo. Por eso, junto con la oración y la vigilancia, nos fortalecemos cuando intensificamos nuestra vida sacramental. Es Dios, todo vida y salud del alma, quien nos concede las fuerzas que necesitamos. La confesión y la comunión frecuentes fortalecen nuestro organismo espiritual, algo así como las vitaminas cuando estamos débiles y tememos agarrar un buen resfriado o algo peor.

Padre Nuestro, te lo suplico, ¡no me dejes caer en tentación!

Fuente:

Catecismo de la Iglesia Católica.

Catholic Link.

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